Durante cinco años, el abad Juan había enseñado al novicio todo lo que sabía. Un tiempo después, el novicio regresó de su cueva del desierto, y ambos decidieron tomar té juntos, apreciando la puesta de sol. Juan estaba contento, pero el discípulo parecía triste.
"Hice todo lo que me pediste, y no consigo ser cómo tú. No aprendí nada"
Juan fue a su celda y volvió con una capucha parecida a las que usaban los beduinos.
"Ponte ésto"
"No puedo. Es demasiado pequeño para mí"
"Entonces reduce tu cabeza."
"¡Eso es imposible!"
" Más imposible es querer actuar como yo. Cada sombrero sirve sólo para quien lo compra, cada camino sirve sólo para quién lo recorre"